lunes, 19 de septiembre de 2011

pereza mental

PEREZA MENTAL



Ya mayor, he aprendido a utilizar el término en contextos diversos, pero no ha sido hasta hace poco que he comprendido con claridad el verdadero sentido que mi madre le daba entonces. La pereza mental, que va siempre unida al descuido y a la falta de atención, es uno de los vicios más comunes e infantiles entre los adultos. El esfuerzo que conlleva hacer algo mal, o guardar las cosas fuera de lugar, supone el mismo gasto de energía que hacerlo correctamente. La única forma de ahorrar esa energía es no hacerlo. Cuesta exactamente el mismo trabajo recoger una habitación que hacer que solo parezca recogida -y creo que esto es lo que mi madre quería que comprendiéramos-, con la diferencia de que lo primero es mucho más útil: suele servir para encontrar las cosas más tarde. Por tanto, a medio plazo incluso ahorra energía porque no hay que desperdiciar tiempo ni esfuerzos buscándolas (¿dónde demonios lo puse?). La diferencia es que para guardar cada cosa en su lugar (entendiendo por su lugar cualquier sitio que resulte razonable) antes hay que dedicar unos segundos a pensar cómo o dónde.

Una cierta dosis de disciplina mental es la base del pensamiento lógico y por tanto de ella depende todo lo que de razonable pueda haber en el ser humano. Por eso, analizar el grado de pereza mental de aquellos que nos rodean puede constituir un buen criterio a la hora de juzgar a las personas. Me explico: desde que me fui de casa he conocido toda clase de personas, hombres y mujeres, y he convivido con algunas —a veces por elección y otras por necesidad— casi siempre con resultados desastrosos (en ambos casos). A lo largo de los años he podido constatar que la mayoría estaban gravemente aquejados de pereza mental; es decir, sus cabezas estaban fatalmente amuebladas. A primera vista puede parecer que es asunto baladí (¡qué bonita palabra!) pero —aparte de hacerme la vida difícil a mí, que soy bastante ordenada y un poco maniática— me ha permitido descubrir que la pereza mental suele ser el atributo de aquellos que se preocupan más por las apariencias que por la esencia de las cosas (hay algunas excepciones: aquellos cuya actividad mental es tan sumamente abstracta que realmente no pueden reparar en nada de lo que les rodea; pero seres tan excepcionales no suelen abundar). Ergo, eran seres simples y superficiales por mucho barniz intelectual que se aplicaran (a pesar de que en los tiempos que corren ser tildado de intelectual es poco menos que un insulto).

APOSTILLA: Que nadie piense que mi madre era una mujer severa; una vez ordenadas correctamente nuestras habitaciones, enseguida olvidaba su enfado, recuperaba su buen humor habitual y jamás mantenía los castigos impuestos durante la acalorada discusión.

EPÍLOGO: Es de cajón que este pequeño relato, aparecido en el mismo recuento de papeles que el anterior, también se lo dedico a mi madre, aunque tampoco pueda leerlo.

viernes, 16 de septiembre de 2011

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